Es inevitable, cuando cualquier obra empieza a catalogarse como “de culto”, inmediatamente empiezan a sobredimensionarse sus virtudes y minimizarse sus defectos.
Posiblemente, este sea el caso de “La legión de los hombres sin alma” (White Zombie en el original); primer film de la historia que aborda el tema de los muertos vivientes y, por lo tanto, precursor inconsciente de todo un maravilloso, terrorífico y divertido subgénero dentro del séptimo arte; el cine de zombies.
Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de acercarse a una obra de culto siendo objetivos y “dándole al César lo que es del César”. Porque, en mi humilde opinión, a pesar de que no estemos frente a una obra maestra, esta “White Zombie” (de ahí tomo su nombre la mítica banda de metal alternativo) tiene cosas que la hacen muy disfrutable.
Lúgubre noche en la exótica isla de Haití. Un grupo de esclavos lleva a cabo un enterramiento ritual, con siniestras danzas y cánticos, en mitad de un transitado camino. De pronto, una pareja de enamorados, Madeline y Neil, cruzan con su coche de caballos por en medio del ritual. Ella siente un escalofrío. La pareja se dirige a la lujosa mansión del Sr. Beaumont, un aristócrata Don Juan que le ha ofrecido a los tortolitos una estancia en la isla para celebrar sus nupcias. Sin embargo, un viejo conocido de Madeline y Neil, el Dr. Brunner, sospecha de las intenciones reales del aristócrata.
Con este punto de partida, la cinta, de poco mas de una hora de duración, abraza de lleno ese universo del primer cine de terror; grandes castillos, nubes de humo, damiselas en peligro y marcadas sobreactuaciones (no hay que olvidar que todavía estábamos transitando del cine mudo al sonoro).
Sin embargo, mientras avanza el metraje, nos empezamos a dar cuenta de que la temática zombie va quedando sutilmente en segundo plano por obra y gracia del legendario actor austrohúngaro Béla Ferenc Dezső Blaskó, más conocido como Bela Lugosi. Por aquellas fechas, el intérprete se hallaba en uno de los puntos álgidos de su carrera, (sin ir mas lejos el año anterior había rodado su mítico Drácula a las órdenes de Tod Browning) y, con su porte, sus gestos y su característica y sobreactuada mirada maquiavélica, consigue llenar cada uno de los planos de la película. Pienso que no es descabellado catalogar su creación de Legendre; perverso hechicero usurpador de cuerpos que controla telepáticamente a los zombies, como uno de los grandes logros de su carrera.
Como cinta fundacional de un género, “La legión de los hombres sin alma” se inspira en el origen mismo del mito de los zombies (los cultos del vudú haitiano) y forja con ello un arquetipo de los muertos vivientes como serviles y lentos autómatas (algunos consideran que la etimología de zombi podría ser “esclavo”) en la cual el cine seguiría incidiendo hasta la llegada de George A. Romero.
En conclusión, a pesar de lo previsible y maniqueo de la película (no olvidemos nunca que fue rodada en 1932), los hermosos planos interiores y exteriores del castillo de Legendre, las estupendas transiciones con los penetrantes ojos del señor Lugosi en primer plano o ese estupendo juego de sombras de algunas escenas que evoca al Nosferatu de Murnau, convierten a esta obra en algo muy disfrutable para todos aquellos apasionados del primer cine de terror y para todo aquel que quiera indagar en el origen mismo de los zombies en el celuloide.
Autor: Moisés Rocamora Escolano
