Estoy loca por los marcianos. No lo puedo evitar. Me ha ocurrido desde ese tiempo de la adolescencia, desde ese tiempo del desacierto y la búsqueda en la que quizás me perdí. Oquedad, agujero, alma escapada, reflejo tardío, ausencia de materia amorosa, de energía codificada. Claro que, en esos tiempos del caos y la debacle, quizás no iba tan desacertada, con esa sabiduría perversa de la inocencia. Voy a hablarles de mi pasión, de esos hombres que vienen de Marte. Voy a explicarles cómo son, por si no han podido viajar mucho y aún no los conocen.
Son altos, de una belleza innegable, de una proporción de formas increíble, el color de sus cabellos, variable, pero siempre de acuerdo con el tono rojizo de su piel. Son inteligentes y cultos y si, a pesar de ser mejores que nosotros los terrestres, no los hemos masacrado como es nuestra costumbre desde tiempo inmemorial, es porque tienen uno de los más poderosos ejércitos de la Galaxia y una silenciosa pero efectiva agresividad. De todos modos, las relaciones sentimentales con ellos están prohibidas por la Siete Leyes, y cualquier hombre o mujer que se atreva a transgredirlas, se juega la vida. Pues será señalado, juzgado, y la hoguera o el lanzamiento al espacio, (alimentos y agua para veinticuatro horas terrestres), es siempre el veredicto.
Así que voy a andar con cuidado.
Yo tengo veintisiete años, vivo sola en una hermosa casa de la colina, a la entrada del bosque. La casa era de mis padres y es una maravilla. Mis amados progenitores tuvieron dos detalles muy delicados: uno, no tener más hijos que yo, a una edad muy avanzada, y otro, dejarme unas rentas impresionantes, que me permiten vivir muy bien, y, de vez en cuando, darme una vueltecita por la Galaxia.
Pero esta temporada no voy a viajar. Me quedo en casa a pesar de que es la mejor época para visitar las estrellas. No pueden ustedes imaginarse lo diferentes que pueden ser las hojas por todo el universo, en este tiempo del otoño terrestre.
La cuestión es que ha llegado un marciano al pueblo. Dicen que es antropólogo, que está haciendo trabajo de campo, que está estudiando las costumbres indígenas. O sea que, nosotros, somos el amoroso objeto de su estudio. Estudio correspondido, pues es marciano; pues parece un dios. Y enseguida ese fuego que me nubla y desconcierta se transformó en estado amoroso, esperando su visita. Fueron mis campos, mis tierras, la gente que trabaja en ellas, lo que sin duda le atrajo, fue por todo ello que me vino a ver. Pero cuando salí a recibirle, cuando escuché las razones de su estudio y rocé su brazo con mis dedos, y sentí que me correspondía, ¿qué puedo decir? De nuevo empezó todo. Y aquel día, aquel día de gozo, admirado de sí mismo, asombrado del amor prohibido, peligroso e imprevisto de una terrestre hermosa –porque hermosa soy-, me amó.
¡Ah, leyes injustas, que prohibís el amor entre seres lejanos! ¡Perseguidores en la eternidad! A pesar de normas y leyes, nos amamos a la orilla del lago; traía aliento de estrellas. Traía el universo entero.
Luego, ese amanecer cruel.
Esa aurora que siempre llega a deshora. Ese, mi deseo, de ser marciana. Me voy a arriesgar. Nadie me arrancará este recuerdo. Tengo que ir con cuidado. Ser hábil. Él no debe irse. No debe irse.
Tres días después de su desaparición llegó el Jefe de la Policía Oscura, venía acompañado del temible Arbitro Social. Me preguntaron. Hablamos. Nadie sospecha nada. He luchado y he vencido. Nadie me arrebatará mi recuerdo.
Y es que ¡no puedo evitarlo! Los marcianos me vuelven loca. Me enamoran, me seducen, me transportan. No puedo dejarles ir. Abajo, en el subterráneo de mi morada, bajo los angostos escalones donde la peligrosidad cierra el alma, tengo cinco disecados. Dioses rojos, visitantes de tierras extrañas. Dioses rojos disecados para mis ojos; disecados para la eternidad.
Quizá haya una oquedad en mi alma ligada a la oscuridad de la ausencia. Ausencia de mí misma. Absurdo que reside en quien sabe que abismales universos.
Creo que voy a viajar.
Autora: Blanca W Mart
blancamartf@gmail.com
Aparece publicado en el segundo número de la Revista Entrañas en papel
ENHORABUENA! Blanca W Mart EXELENTE RELATO
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