El local no era nuestro, es verdad, pero en algún sitio teníamos que meternos a fumar nuestros porrillos, a tomarnos unas litronas y, si había suerte, a montárnoslo. Total, el sitio estaba abandonado y hecho mierda, allí no molestábamos a nadie, ¿qué coño? No, no éramos okupas, porque no vivíamos allí, aunque sí, alguna noche de borrachera, acabábamos durmiendo en el local. Habíamos llevado un sofá y hasta un colchón. Pero el puto antro daba mal rollo, yo no lo pensé hasta que lo dijo Davinia, aquella punki con la que me lié en enero. Era por culpa del imbécil del Yanko, el grafitero. El tío tiene un talento brutal, sí, pero es verdad que está obsesionado con las imágenes chungas. Dice que ve la belleza en un rostro deformado, en un fantasma, o en una dentadura rota. Y llenó el lugar de pintadas extrañas. Sí, estaban muy guapas, pero también daban mal rollo, como aquella escultura de la mujer pájaro sobre la que se inventaron la leyenda de Momo. Pero, con todo, éramos buena gente, joder. Allí íbamos siempre los mismos, los amiguetes del insti, buena gente. Que sí, unos porretes, una birras, alguna tontería, pero buena gente. El problema era cuando invitabas a alguien de fuera, siempre la acababan liando. Justo estaba yo con Davinia, mi novia de entonces, cuando oímos unos ruidos y vimos a un maldito degenerado que nos miraba. Yo sabía que no era uno de nuestro colegas. Lo perseguí, seguro que sería uno de los desgraciados de los amigos de Lolo, no pensaba pegarle, solo un par de empujones, algún insulto y quitarle las ganas de volver, no soy un tío violento, tampoco. Tropecé con una de las maderas rotas y me corté en una pierna, me salió sangre a chorros, eso me enfadó, pero no me detuvo. Sin embargo, aquel degenerado, del que solo recuerdo su pelo graso de mierda, desapareció en la nada. Sería un nerd rápido a base de salir corriendo para que no lo apalicen, tenía práctica. Al regresar, no encontré tampoco a Davinia. ¿Dónde estaba? También se habían ido mis colegas. Ni encuentro la salida del local, donde debería estar sólo hay una masa densa y negra… y ahora las putas chungas pinturas me hablan, joder, ¿cuánto tiempo llevo así? ¿Diez años? ¿Cómo se sale de aquí? ¿Por qué las pinturas me hablan? ¿Por qué hace tanto frío? ¿Tú sabes cómo se sale?
Autor: A. Fuentegrís