El local no era nuestro, es verdad, pero en algún sitio teníamos que meternos a fumar nuestros porrillos, a tomarnos unas litronas y, si había suerte, a montárnoslo. Total, el sitio estaba abandonado y hecho mierda, allí no molestábamos a nadie, ¿qué coño? No, no éramos okupas, porque no vivíamos allí, aunque sí, alguna noche…
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Golpe doble, relato
Al abrir la puerta de su barraca encontró Sento un papel en el ojo de la cerradura. Era un anónimo destilando amenazas. Le pedían cuarenta duros y debía dejarlos aquella noche en el horno que tenía frente a su barraca. Toda la huerta estaba aterrada por aquellos bandidos. Si alguien se negaba a obedecer tales…